Olvidar algún recuerdo, que marcó tanto
en algún momento de la historia de una vida, es tan difícil como
olvidar la intensidad con la que se la vivió. Sin embargo, hay que
añejar el tan delicado apéndice de esa experiencia, la cual está
marcada, y como si fuera mucho en alto relieve, con una amistad.
Al
iniciar, antes de empezar esta relación, al cual tengo que añejar,
comenzó con una ilusión ajena a esta circunstancia, donde nació de una
decisión tomada luego de haber alcanzado ciertas metas propuestas y creí
estar preparado para manejar con responsabilidad una relación que hoy
en día más parece de adolescentes, valga repetir la aclaración, muy
lejos, y fuera de la amistad a la que tengo que añejar. La intensidad
fue menor, no nació de la nada, nació de una decisión.
A
la amistad añeja hay que cerrarla, simplemente hay que olvidarla por un
largo tiempo, a pesar de la intensidad con que se la vivió; repetir y
resaltar la intensidad. Aquella ilusión antes mencionada fue disuelta y
evaporada por el fuego de otra ilusión, que quizá nunca sentí que
llegara tan lejos. El origen de esta llama tiene un nombre, y nunca dio
señales de tal gran calor iba a generar; y por eso su gran intensidad.
Su belleza, su aparente complejidad solo causaba admiración, y ni
siquiera daba señal de vida a tal llama que consumiría a aquella ilusión
que viajó en la mente, mas no en el corazón. Ese viejo viaje, esa larga
estadía mató a la ilusión de la decisión…que fue desapareciendo con el
tiempo. Al ver a la dueña de esa causa, ni por mi, hoy dura, cabeza pasó
que me interesaría tanto por ella, que me llevaría al límite de la
locura, la desesperación y la razón. Solo la veía y luego la admiraba,
era en ese tiempo y en un principio un ideal escondido, un ideal que
nunca pensé volviera a prender la antorcha olímpica que alumbraba las
verdaderas ilusiones, tal como naturalmente son. Posteriormente, como
era lógico, tanta admiración provoco la inevitable ilusión natural, y es
quizá el momento en que, como se dice, nace sin desearse y que por más
que se trate de evitar, más lo deseas. Creí que era controlable, sin
embargo, no pude con más esfuerzos inútiles intentara, y hasta parecía
un acercamiento recíproco…una ilusión a punto de concretarse.
Era
tanta la ilusión que me volví dependiente de su presencia, que esperaba
verla, esperaba esa tan ansiada charla entre los dos, era todos los
días, era solo los inicios de la noche…pero aun así, sólo llego a
fortalecerse esa amistad.
No
son cosas de la vida, mis decisiones llevaban metas aun no concluidas
-hasta hoy- y llevarlas acabo requieren de ciertos sacrificios, uno de
ellos: no concretar la ilusión natural. A pesar de que quedó muy afuera
de mi decisión, para que se concrete tal ilusión, la quise y hasta hacía
poco pensé…que aun la quiero.
Pero
ahora, y gracias al viaje, me di cuenta que esas huellas marcadas
necesitan ser guardadas, ser envasadas; pues hoy más que antes me doy
cuenta que se fortaleció una amistad, una casi ilusión natural
concretada. Hoy en este momento antes de ser envasado ese recuerdo y
sumadas las conductas (señales percibidas), es preferible añejarlas,
pues más parecen dar vida a una amistad que se está debilitando, y para
no dejar morir ello, simplemente hay que añejarla. La quiero –no se si
piense eso hoy, pero prefiero pensar que no lo hago-, pero hay que
añejar esa amistad, para luego disfrutarla, quizá algún día con ella,
quizá algún día en mi mente, quizá algún día recuerde que la quise,
quizá algún día recuerde que hay que olvidarla…disfrutare haberla
olvidado, claro si es que algún día lo hago.
23 - 3 - 2009
Que feo escribía (o bueno, lo sigo haciendo...). Ni yo me entiendo...