miércoles, 31 de enero de 2018

Tres historias

El encuentro.

Solemos tocar y cantar con la vocalista de mi banda en donde nos llamen, más aún cuando de por medio hay dinero, aprovecho que se me da relativamente fácil sacar canciones y nos arriesgamos sin más. La última vez nos llamaron las madres de un jardín de dos años, dudé al comienzo en aceptar por la canción, es una porqueria moderna que ha sido deformada al ritmo de una bachata y que, estoy seguro, si la vuelvo a escuchar iniciará algún daño cerebral inminente seguido de un shock nervioso violento y duradero. Pero bueno, fuimos, nos acomodamos, saqué la guitarra y empezamos a cantarla junto con ellas. Las madres que estaban hasta ese momento eran personas normales, atareadas por el día a día, algunas aún con sobrepeso por el reciente embarazo, pero amables y atentas. Hasta que ella llegó, se sorprendió tanto al verme que ni siquiera nos saludó, simplemente se sentó lo más lejos que pudo y se aseguró de que yo no pueda verla. Me enamoré de ella la primera vez que la vi fumando fuera del billar del campamento en el que estaba trabajando. Recuerdo que era una noche fría y yo salía a indagar las instalaciones todas las noches, jugaba billar, fumaba un cigarro e iba a dormir tranquilo. Recuerdo que me saludó con una hermosa sonrisa y le dió otra pitada a su cigarro, no hablamos nada, solo sonreía y miraba las estrellas. Tuve dos oportunidades más para hablarle, pero mi cerebro se encoje cuando una chica hermosa está frente mío, es falla de fábrica.

Solo al cuy.

Nunca lo había hecho en realidad, y pensé: Carajo! Por qué no! Es mi bar favorito! Además tocará una bandaza y quiero, de verdad, escucharlos! Tragué saliva, me arreglé el cabello y entré. Directo a la barra como es debido, chequeé a la volada si había alguien conocido, español, patas entre comillas y humos.

En los zapatos de Harry.

No me opuse. En su salón, con los hermosos cuadros y muebles de los abuelos, me sirvieron té, y charlamos un poco; la amable señora se enteró, realmente sin preguntarlo, de estas y las otras cosas de mi vida y de mis pensamientos, y ponía atención con esa mezcla de respeto y de indulgencia maternal que tienen las mujeres inteligentes para las complicaciones de los hombres.