domingo, 27 de septiembre de 2015

Me dijeron...

Me dijeron que algún día iba a saber lo que me gustaría. Me dijeron que entendería de qué se iba a tratar. Me dijeron que seguramente encontraría un camino, una vía, mejor –dejemos las metáforas a un lado–, un sentido. Todo eso me dijeron, pero hasta ahora, puras habas. Estoy como escribió Dante “en medio del camino de la vida” y naranjas. Sé que algunas cosas me gustan. Leer, tomar vermouth con rodajas de limón, meterme a la regadera en la mañana. Me gusta también tocar el saxofón, escuchar música. Puedo pasar horas bebiendo lentamente vermouth y repasando los discos de Coltrane, tarareando canciones de Velvet Underground o La Habitación Roja, o a veces oír también tangos cantados por el polaco Goyeneche o canciones de Alberto Cortés que me recuerdan los viajes en carretera que de niño hice con mis padres. Hace poco descubrí un video en que el Polaco en ropa sport canta sublimemente “Naranjo en flor” y Jorge Donn, el bailarín argentino, al final, pide silencio pues entendió que todo estaba dicho y besó al Polaco. Ese tipo de gestos me gustan. Me gusta la canción “No soy de aquí, ni soy de acá” de Facundo Cabral. Me gusta que en esa canción aparecen sin más nombres de mujeres. María o Manuela, por ejemplo, los dos nombres con “M”. Esas casualidades también me gustan. Me gusta la “M” de María, la “M” de Manuela, además de la “M” de mujeres, la “M” de Marcela, Marlene o Macarena. Solamente una vez besé a Marcia, pero pasé muchas noches con Marissa. Creo que Marissa es un lindo nombre, pero si algún día tengo una hija voy a ponerle Layla, un nombre árabe porque muy adentro siento que soy árabe. No los árabes radicales de hoy. Un árabe arquitecto, un árabe calígrafo, un árabe hijo de alguna princesa que habitó la Alhambra de Granada. Me gustan, como puede observarse las mujeres. Me gusta olfatearlas, besarlas demoradamente y por supuesto que me gustan tiradas en la cama. No siento haber sido más feliz que mirando a una de ellas, mirándome a mí, sabiendo los dos que todo iba a estar bien aunque eso no sucedió. No sé que carajos quiero, pero que las quiero, sé. O creo. No creo en casi nada. La idea de dios me viene guanga. Me gusta más pensar que un día esto se acaba y no hay más nada. Drácula me parece un libro triste porque el personaje está condenado a vivir eternamente. La muerte me consuela: ¿hasta cuándo íbamos a seguir en este ir y venir de la chingada? Michel de Montaigne nos hizo ver que vivir es aprender a morir. Y escribiendo todo esto me acordé de cuando en la primaria me pedían escribir composiciones. Composiciones sobre la familia, el campo, los amigos. Una vez escribí una composición sobre una tortuga. Aunque miento. No me acuerdo si fue una rana o una tortuga. Rana y tortuga vivieron en mi casa. La tortuga se llamaba Centellita. Mi papá la rescató de que la atropellaran en una carretera. Vivió con nosotros más de 12 años y un día la confianza la mató. Se deslizó equivocadamente hacia una escalera y su caparazón se quebró. De modo ingenuo le pusimos merthiolate, del rojo que era el bueno, aunque ardía más. La ranita jamás tuvo nombre. Fue uno de mis hermanos quien se la encontró. Increíblemente vivió varios años. Nunca sabíamos dónde estaba. Pero desde su rincón croaba. Croaba fuerte: REWBET, REWBET. Un día dejó de hacerlo, la encontramos seria y tiesa debajo de un sillón. Pero eso sí, me gusta lo que dice el personaje del director en 8 ½ de Fellini a su mujer: “la vida es una fiesta, vivámosla juntos”. No sé qué carajos quiero. No sé qué carajos quiero, pero aunque eso no me gusta, desde aquí, tecleando frente a la pantalla que “no sé qué carajos quiero”, un ligero aire de lluvia me envuelve y pienso en mis amigos, y pienso en que uno no vino al mundo a trabajar, y pienso en que hay esculturas de Chillida, canciones de Nina Simone, fotografías de Aaron Siskind, solos de Pharoah Sanders, bocas y bocas y bocas, vermouths con rodajas de limón, agua fresca para cada amanecer, aromas nuevos de niñas nuevas y me digo, quizá, solamente eso, quizá, todavía hay tiempo para enterarme sobre qué carajos quiero.

Errr Magazine.

No hay comentarios: