jueves, 19 de junio de 2014

Escribir fuera del tiempo

El 12 de agosto de 1985, el señor Hirotsugu Kawaguchi, un hombre de cincuenta y dos años, está en un vuelo que ha partido de Tokio en dirección a Osaka. El aparato apenas se sostiene en el aire. La cola del avión ha explotado y sin embargo, el piloto logra seguir volando durante media hora, antes de estrellarse contra una montaña. En ese lapso, el señor Kawaguchi sabe que probablemente va a morir y escribe algo. Es un mensaje, una reflexión, una carta a su esposa y a sus hijos, es decir un “isho” (testamento). Escribe: “Sean buenos unos con otros y trabajen duro”. “Confío en ustedes”. (La transcripción completa puede verse en Internet). 


Mario Montalbetti cuenta esta historia en su magnífico comentario al poema “A polar explorer” de Joseph Brod-sky, que aparece en el último Hueso Húmero. A este ejemplo añade otro. El 15 de agosto del 2000, el submarino ruso Kursk K-141, que hacía ejercicios en el Mar de Barents, sufre una explosión. Mientras el submarino zozobra, un grupo de tripulantes logra refugiarse en la popa, esperando un rescate que nunca llegaría. Uno de ellos, Dimitri Kolesnikov, escribe un mensaje a su esposa Olga. “Hay 23 personas aquí. Hemos tomado esta decisión porque no podemos escapar. Escribo a ciegas”. El lugar en el que Kolesnikov escribía no tenía ni luz ni calefacción. Kolesnikov solo siente el sonido del lapicero contra un papel. No puede ver nada. 

A propósito de estas historias, las preguntas de Montalbetti son muy pertinentes. ¿Qué se escribe cuando ya no se puede escribir más? ¿Qué se escribe cuando no hay espacio? ¿Qué se escribe cuando ya no hay tiempo y las palabras meramente hacen tiempo? Una de sus conclusiones es que estos mensajes están escritos para nadie. Son marcas puras, cuentas desparramadas, creadas en un tiempo y un espacio que se consumen. 

Es evidente que las historias de Kolesnikov y de Kawaguchi son distintas. Uno le informa a su mujer de lo que están haciendo. El otro le envía un mensaje moral a su familia. Un mensaje se refiere a lo que pasa, el otro a lo que debería pasar. Pero poco antes de morir, ambos se acogen a las palabras. Aun cuando sea posible que sus familiares nunca las lean, piensan que en ese momento las palabras son vehículos y refugios. Sienten que en las palabras hay una promesa de trascendencia y de comunicación, incluso si nadie las lee. Escriben para sus familias pero, como cualquier escritor, sobre todo para sí mismos. 

El artículo de Montalbe-tti es una reflexión brillante en una publicación que se ha vuelto una costumbre de nuestras lecturas. La revista Hueso Húmero ha llegado a su número sesenta con una impecable trayectoria. Esta edición ofrece también poemas de Abelardo Sánchez León y Mirko Lauer, un relato de Guillermo Niño de Guzmán, y un texto de Luis Loayza sobre Marilyn Monroe, que escribió al momento de su muerte, en 1962. Cualquiera de estas contribuciones, y las otras que las acompañan, son atractivas para cualquier lector. Los editores de Hueso Húmero vienen ofreciendo abundantes muestras de persistir, esa cualidad tan extraña, con una calidad a la altura de su empeño.

Alonso Cueto Caballero.
Lecturas - Columna de La República.
Domingo, 24 de febrero del 2013.

Sin querer me leí todas las columnas de este señor.

PD1.: Y esos refugios a donde acudes con un cigarro y tus lágrimas...
PD2.: Ya ves, y yo sigo pensando en ti.
PD3.: Hay ausencias que representan un verdadero triunfo.
PD4.: Me gusta cuando no saben de qué hablo porque sé que me entienden.
PD5.: Lo siento, no me merecías.
Nunca me mereciste...
PD6.: Qué vanidad imaginar que puedo darte todo.
PD7.: Los besos se reproducen como conejos...
PD8.: No me destruyas, repárame.
PD9.: El frío es psicológico, lo que hay es desamor.

Nota mental: Creo que estoy exagerando un poco con el número de posdatas, es que hay tantos pensamientos que me es inevitable. Trataré de reducir el número.

2 comentarios:

FARMACIA ONLINE dijo...

me ha encantado tu post. Gracias

Anónimo dijo...

A veces, sólo escribir es lo que desahoga, escribir aunque nadie lea lo que escribes, escribir y hacer como que alguien algún día las podrá leer...

Escribe siempre, aunque creas que nadie lo entiende, escribir hace volar la imaginación.

A veces me gustaría escribir, escribir y decirle a esa persona lo que siento, pero me detengo, es mejor escribir para mí.

Tus posdatas son tus sentimientos.