martes, 30 de junio de 2015

¡No seré papá!

No y no. Y no solo no, sino que ni por el putas.

Muchos, al igual que yo, lo han vociferado, pocos se han mantenido en el clamor. El último colega al que le leí un texto al respecto, en esta misma revista hace unos años ya, se anotaba esta perla: “Siempre he pensado que la felicidad debería ser otra cosa. Como por ejemplo tu mujer diciéndote: ¡Me llegó!”.

Me cuentan que el cronista de marras anda por estos días cambiando pañales, que no se cambia por nadie. En todo caso fue un gran texto, querido Karl.

Pero bueno, nadie ha dicho que este es un tema gregario. No me voy a poner en competencia. No puedo asegurar que no voy a acabar en las mismas. Porque dicen los que ya lo saben que ni siquiera es cuestión de decidirse o no, que cuando llegan las noticias de París simplemente no hay tiempo de detenerse a pensar, y que el día que recibes el paquete no en una tela asida del pico de una cigüeña sino en un envoltorio de sanguaza, ese será el día más feliz de tu vida.

¿Pues qué si no lo creo? Y si la única posibilidad de saberlo es vivirlo, ¿qué de malo tiene quedarse en la ignorancia?

Creo recordar el momento exacto en declarar mi imposibilidad moral de traer más carne a este matadero. Debía yo tener 16 o 17 años cuando mi hermana menor, a quien llevo de ventaja 14 primaveras no más, me preguntó, bebé ella, por qué había niños pobres. Consideren ustedes que tan pronto tienen una mediana capacidad de hablar, todo niño pequeño hace alrededor de 400 preguntas al día. ¿Cómo pretenden que uno responda las otras 399 cuando la moral se nos ha deshecho en una?

Ha llegado recientemente Ezequiel a la familia, y hay quien quiere ver, en el gesto alelado y tontarrón con que salgo en todas las fotos con mi primer sobrino, un resquicio por el que se asoma una esperanza en mi simiente. Veo los esfuerzos de mi hermano y su esposa en darle lo mejor de este mundo, presas de un cansancio por el cual no culpan a nadie, siempre poseídos por un afán desinteresado, y esa es una razón absoluta para admirarlos más y para querer reproducirme menos. No quiero pensar en talcos, médicos, pañales, llantos. Que el día que se me junte todo eso sea en el ancianato.

Sembrar un árbol. Tener un hijo. Escribir un libro. Las dos primeras cosas ensucian un poco. ¿No se vale haber escrito tres libros?

Sabio el escritor Clarence Darrow cuando dijo: “La primera mitad de nuestra vida nos la arruinan nuestros padres y la segunda mitad, nuestros hijos”.

Y lo primero que arruinan, después del bolsillo, son los gustos. ¿Todavía pasan por TV a los Teletubbies? ¿Por cuenta de un bebé tengo que aprenderme sus canciones (¿las tienen?) o perder la dignidad pidiendo “abachos”? ¿Qué de simpático podría ver en que me hagan disfrazar de Barney en la fiesta infantil porque soy el más cercano de mi familia a sus proporciones? ¿Qué lección de autoestima puede proveer un muñeco con nombre de acomplejado como Pocoyó?

La decisión de no tener hijos, con todo y su radicalismo, se hace plácida cuando piensas en que te evitarás noches en vela, compra de útiles escolares, reuniones de padres de familia, sustos gratuitos, daños en casa, berrinches en lugares públicos, comparsas anodinas, chicles en el pelo, epidemias de piojos, juguetes al borde de la escalera, circuncisiones, diarreas, danzas folclóricas (decía el director de orquesta Thomas Beecham que eso y el incesto eran lo único que debía evitarse en vida), malas notas, ruido de balones o de flautas desafinadas por toda la casa, brotes de varicela, paredes rayadas, leche devuelta por la nariz? Y hay quienes aún tienen el caradurismo de decir que todo eso, justamente todo eso, es lo que constituye la felicidad. Hay cada vocación de faquir.

Eso, cuando estén pequeños. Luego se convierten en una masa de pulsión adolescente que mira de soslayo como no sea para pedir plata. Digamos que por bien que le vaya a uno aguantando desplantes y displicencia, hay que irse olvidando de lo que fuimos. ¿Eras lector compulsivo? Pues a leer los prospectos de los jarabes. ¿Te gustaba ir a cine? A contemplar el espectáculo 3D de tu hija saliendo con ese, con este y con aquel. ¿Coleccionabas música? ¿De verdad crees que tu colección sobrevivirá a esos focos de acné y desinterés? De solo pensar en mis discos violentados por esas manos criminales aplaudo la reacción airada del personaje de Manuel Vicent en No pongas tus sucias manos sobre Mozart, quien de padre librepensador pasa a feroz defensor de sus discos ante el flagrante manoseo de una hija desidiosa.

No, no, en serio que no. Y me amparo en Lord Chesterfield, que dijo: —Teniendo en cuenta cómo suelen resultar los hijos, rara vez será una desgracia no tener hijos.

Jaime Andrés Monsalve
www.soho.com

PD1.: Atrapado en el tiempo, rodeado por el mal...
PD2.: Solo tú ecualizas mi alma...
PD3.: El día que yo sea un ser de luz, los electrocuto!
PD4.: "Oe pero déjame ser racista y homofóbico, es mi derecho..."
PD5.: Lo único que sé es que para aprender necesito equivocarme.
PD6.: Qué insípido hubiera sido ser feliz!
PD7.: El mundo necesita ejemplos, no opiniones.


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Está sonando el teléfono fijo de esta casa, sí, el que puse para tener
internet hace años. No voy a contestar. Debe ser alguien del pasado.

sábado, 27 de junio de 2015

Unión civil

VOY A SER RECONTRA AGUAFIESTAS CON ESO DE LAS EMPRESAS QUE “APOYAN” EL MATRIMONIO IGUALITARIO, YA?

El 4 de abril del 2014, y en plena efervescencia de la discusión por la ‎#UnionCivilYa‬, Miss Cupcakes, la empresa de cupcakes de nuestra amiga Paloma Casanave, se pronunció a favor del proyecto de ley que otorga justos derechos a la comunidad LGTB, convirtiéndose así en la primera (¿y única?) empresa peruana en decir “aquí estamos y en esto creemos”.

Como es natural, y tratándose del país homofóbico en el que vivimos, le llovió la colección completa, enterita y recargada de trolls, pero qué paja ser trolleado cuando sabes que estás haciendo lo correcto y estás comunicando, sin miedo, las cosas en las que crees, no?

Evidentemente, Paloma Casanave no hizo esto como estrategia de nada. Me consta que muchos clientes -o sea, no trolls anónimos, sino clientes con nombre y apellido- le escribieron mensajes bastante duros y hasta le hicieron un meme donde anunciaban el mal ejemplo que era (?).

Ayer, anunciado el matrimonio igualitario en todos los Estados Unidos, muchas empresas -al toque nomás. Aproveche la tendencia, caballero- cambiaron los colores de sus avatares y se sumaron al ‪#‎LoveWins‬ (“el amor gana”), la linda frase que reventó redes sociales.

Me parece increíble y felicito a estas empresas.

Pero, ¿dónde estaban cuando, en su país -sí el mismo país al que asocian sus marcas como estrategia promocional- se discutía la #UnionCivilYa?

¿Dónde estaban cuando todos cambiaban sus avatares y hacían activismo digital por la causa?

¿Dónde estaban cuando en el Congreso algunos mal llamados “Padres de la Patria” se bajaban el proyecto con risitas burlonas y una artillería de argumentos cavernarios?

¿Dónde estaban cuando la gente salía a marchar, a presionar, a hacer bulla en las calles para apoyar el proyecto?

Sí, pues. ¿Dónde estaban esas empresas? Tranquis, en Facebook, haciendo concursos y promociones.

Bien fácil es cambiar los colores de tu avatar y anunciar que el amor gana cuando La Casa Blanca y Disneylandia ya lo hicieron, cuando es tendencia mundial en redes -gracias a los huevos de otro país- cuando sabes que apoyando la causa vas a “ganar alguito”, porque ya pues, la batalla está ganada, ya es menos roche. Mándate nomás. Photoshopea, amigo.

“Pucha, todo suma. Es poco a poco”, me dice una amiga que chambea en una importante empresa.

Sí, todo suma. Seguro que sí. Pero las sumas que son sinceras, honestas, reales, anunciadas cuando las papas queman y cuando es bien probable que tu posición sea recontra impopular y trolleada, suman más y se sienten mejor.

Tiene razón Gio Infante, Director Ejecutivo del MHOL a quien respeto, he entrevistado muchas veces para la televisión y con quien muchas veces puedo discrepar:

“Más maravilloso aún sería que (las empresas) pasen de los arcoíris de este día a compromisos concretos en el día a día. Por ejemplo, que señalen en su publicidad masiva su postura a favor de la igualdad y que incorporen en ella representaciones positivas, que capaciten a todo su personal en respeto a la diversidad sexual, que creen programas de inclusión laboral para personas trans y de mejora del clima laboral para todos sus empleados LTGBI, que les reconozcan a ellos y sus parejas del mismo sexo los derechos que hoy el Estado nos niega, que en el marco de su responsabilidad social financien programas der promoción de derechos LTGBI”.

Eso, pues. Sumarte a una causa, hacer algo “históóórico” es mucho, muchísimo más que cambiar los colores de tu avatar.

Henry Spencer.


PD1.: Eres el mejor sinónimo de amor que conozco...
PD2.: Considerarse buen lector es más pretencioso que creerse buen escritor.
PD3.: ¿Qué estoy haciendo? Estoy tratando de juzgarte...
PD4.: Los libros son mi escondite favorito.
PD5.: Enfádate menos, sonríe más.
PD6.: El karma es una pista.


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Ojalá nadie vuelva a subirme al cielo
si luego piensa soltarme.

Es de muy mala educación hablar de vértigo
si no has estado a mi altura.

lunes, 22 de junio de 2015

17 reglas de vida de Tolstói

1. Levántate a las 5 de la mañana.
2. No te acuestes más allá de las 10 de la noche.
3. Se admiten dos horas de sueño durante el día.
4. Come con moderación.
5. Evita la comida dulce.
6. Camina una hora todos los días.
7. Visita un burdel no más que un par de veces al mes.
8. Ama a aquellos a los que puedes ser de ayuda.
9. Desestima toda opinión pública que no se base en la razón.
10. Haz únicamente una cosa a la vez.
11. Evita ensueños de la imaginación a menos de que sea necesario.
12. Nunca mostrar emoción.
13. Dejar de preocuparse de la opinión de otros sobre mí mismo.
14. Hacer cosas buenas inadvertidamente.
15. Alejarse de las mujeres.
16. Borrar la lujuria trabajando duro.
17. Ayudar a los menos afortunados.

León Tolstói, novelista ruso y uno de los más importantes referentes del realismo.


PD1.: Cuando deje de indignarme, habrá comenzado mi vejez.
PD2.: Te voy a llevar a la orilla. No saltes. Aviéntame.
PD3.: Una ciudad también se descubre por su música.
PD4.: Mi ego pasa hambre...
PD5.: El huerto de mi amada...
PD6.: La vida siempre tiene una manera de sorprenderte y de hacerte aprender más cosas.
PD7.: Fin del paseo...
PD8.: Definitivamente tu presente es un collage de todo lo que te pasó desde niño...
PD9.: No quiero morir sin tener cicatrices...
PD10.: Pero ella me seguía mirando con ojos helados, extranjeros a la ternura...
PD11.: Me gustas así, sonriente y problemática.
PD12.: Debo hacerme a la idea, de una vez por todas, de que soy un ser humano excepcional.


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Su única respuesta a las imposiciones del sistema moral era una
ética personal. No en balde afirmó que amaba la música porque
era el género más amoral de todos.

viernes, 19 de junio de 2015

Disparate...

Dispárate...
Imagen: Y viste como es


PD1.: No hace falta demostrar que se es, simplemente hay que serlo.
PD2.: Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla.
PD3.: Todo era mejor cuando no se recurría al pasado para hablar de lo mejor...
PD4.: Mi mejor característica es ser yo mismo, la peor también...
PD5.: Cómo te atreves...
PD6.: Nuestra imaginación es la que ve y no los ojos.
PD7.: Me enamoré cientos de veces, todas siempre de ti...
PD8.: Todo el mundo puede ser un capítulo, no todos llegan a ser historia.
PD9.: El arte es una rebelión contra el destino...
PD10.: Podemos haber terminado con el pasado, pero el pasado no ha terminado con nosotros...
PD11.: La vida es tan buena maestra que si no aprendes la lección, te la repite.
PD12.: Dios, quiero tantas cosas...


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... ni bien sonaban esos detalles, una atmósfera tierna se apoderaba de
la habitación, como si los ruidos de la mañana hubieran despertado en
ellos infinitas posibilidades de cariño.