lunes, 29 de agosto de 2011

Hay gente que se cree dura... pero yo creo que les gusta el dolor!

Tom se estacionó en un lugar apropiado para escapar, un espacio en el que pueda maniobrar rápidamente y salir de allí, se preparaba de antemano por si las cosas salían mal ahí adentro.

Abrió la puerta del bar y pensó:

-Sí, sigue como lo recordaba…

Se dirigió a tomar asiento en uno de los bancos de la barra.

-Hey, sírveme un cerveza- ordenó, empezó a sorber su trago pacientemente mientras examinaba el lugar con la vista.

El bar era casi igual a los demás, de los tantos que había en la ciudad, con la pequeña diferencia de que allí se reunían gente que andaba fuera de la ley, dedicada al crimen desde que tuvieron uso de razón, bastantes mesas que estaban ocupadas por jugadores de cartas, al fondo podía distinguirse a consumidores no sólo de cerveza o ron sino también de droga, que ellos también la vendían; algunas rameras que recién estaban empezando a llegar agitaron el ambiente, que estaba animado por música festiva a mitad de sonido para que la gente reunida ahí pueda conversar a gusto, y por último en una de las esquinas un tipo ebrio había echo de una mesa su lugar de descanso, estaba dormido y babeando sobre el portavasos.

Thomas acabó su cerveza, y serenamente se encendió un cigarrillo, para después llamar al barman y cuando lo tuvo a su lado interrogó:

-¿Conoces a esta persona?… Tom sacó de entre sus bolsillos de su saco una foto de Norman Bravura.

-Crees que soy un soplón… le increpó el barman, creyéndose seguro entre tanto maleante.

-Está bien, no hay problema... Repuso Tom.

Johnny cogió el vaso y se retiro al otro extremo de la barra a seguir con lo suyo.

-Sírveme otra cerveza… Pidió Tom.

John cogió el mismo vaso sin limpiar y se la sirvió, haciendo notorio su desgano y la animadversión que sentía hacia aquel tipo que a metros podía identificarlo como un policía.

Calmado y pacientemente espero a que el malnacido ese saliera de su pequeño mundo detrás de la barra, esperaba que éste fuese a algún otro lado para ir por él.

Pasado un buen tiempo, John pidió un pequeño relevo mientras iba a hacer sus necesidades, Tom atento a los movimientos de éste, sigilosamente fué tras sus pasos entrando momentos después de él, al baño.

El barman movía la cabeza al ritmo de la canción que en esos momentos sonaba en el bar, mientras la silbaba lo más quitado de la gana y sin prever lo que se venía se puso a miccionar, no se percató que detrás suyo estaba Tom, que había desenfundado su revolver y se acercaba de lo más silencioso a golpearle con la cacha de su arma, John sintió como un contundente golpe en su nuca, hizo que cayera al piso.

Los ojos de John se inyectaron de sangre, pero después de recuperarse del golpe vió que no podía hacer nada, le apuntaban directamente a la cabeza.

Tom le ayudo a levantarse cogiéndole por el cuello, y mientras lo miraba directamente a los ojos le restregaba con su revolver en la mejilla, hizo que se sentara en uno de los wáteres del fondo, de los tres baños personales que allí había. Luego se acercó por un costado para susurrarle al oído:

-Lo repetiré una vez más,…- enseñándole una vez mas aquella fotografía.

-¿Has visto por aquí a esta persona?...- Y al escuchar eso John sintió su aliento con una voz que despedía ira, rabia y condenación.

-Veo que no quieres salir vivo de aquí…- contestó, envalentonado por que no sabía con quien se estaba metiendo

-“Un pobre y miserable policía no se atrevería a hacerme daño por estos lares”- pensó.

-No hablarás,…- dijo Tom tomando la pequeña toalla con la que se limpia la barra y metiéndoselo en la boca, para después propinarle un fuertísimo golpe de arma en la frente. John inmediatamente se cogió con las manos su cabeza, mientras sentía como un líquido caliente se discurría por entre sus dedos.

-¿Quieres saber algo?...- preguntó, mientras colocaba el silenciador a su arma y sin esperar respuesta continuó...

-Hay gente que se cree dura… pero yo pienso, que le gusta el dolor… Hay personas que lo quieren así y por mi no hay ningún problema- indicó, para luego dispararle en el mismo lugar que horas antes lo había echo.

Lanzo algunas risas de condena mientras preguntaba:

-Jejejeje… ¿Ahora lo harás? ¿Sabré por fin lo que quiero saber?- le quitó el trapo de la boca y el pobre hombre se retorcía de dolor y unos grotescos gemidos salían de sus labios.

-Vamos hombre deja de llorar, no seas marica y contesta de una vez- No pudiendo tolerar más el dolor John se tiro al piso cogiendo desesperadamente su rodilla que estaba echa añicos.

-No quiero destrozar tu otra rodilla…- amenazó Tom, sin más le propino un certero puntapié en el estómago y dejarlo semi-inconsciente.

Se agacho cogiéndole fuertemente de los cabellos, moviendo la cabeza negativamente, por él se hubiese tomado todo el tiempo que le da la vida, pero en ese lugar donde la gente entraba y salía del baño, en intervalos de tiempo cortos, no le alcanzaba para explayarse en la tortura.

-¡Maldito!... ¡hijo de perra!...- respondió, escupiéndole la cara, craso error que cometió aquel tipo, segundos después de que Tom sintió aquella saliva caliente y viscosa en su rostro, disparo otra ves. Ahora tenía las dos rodillas destrozadas, iba a gritar el barman pero no pudo hacerlo pues Tom había metido otra vez aquel trapo en su boca.

-¡Por una maldita vez!... ¡Habla!, se me acaba la paciencia- iracundo saco su navaja y la acaricio suavemente.

-¡Hablaaa!...- le grito al oído, estrellándole la cabeza contra el piso, la sangre salpicó pintando de un rojo oscuro aquel blanco piso.

John sentía como las fuerzas se le acababan, nadie entraba a prestarle ayuda, tan sólo esperaba que algún echo fortuito pudiera hacer que aquel polizonte se largue de ahí. El ponerse a hablar de lo que sabía, no estaba en sus planes; era delatar a su amigo, soportaría aquella tortura hasta que su aliento ya no pueda salir más de él, estaba decidido a ello, mientras aquellas ideas pasaban algo difusas por su mente, sintió un fuertísimo dolor agudo en su pierna izquierda.

Aquella cuchilla se hundía cada vez más, hasta rozar el hueso, una mano firme la empuñaba con fuerza, lentamente empezó a darle vueltas. Con la otra mano se aseguraba de que no gritase, presionando fuertemente contra el piso su cabeza. De un solo tirón sacó la cuchilla y la sangre brotaba a borbotones de aquella herida. Tom sabía de antemano que esto acabaría con cualquier resistencia, su experiencia le decía eso; estaba a punto de introducirla una vez más cuando se fijo que aquel tipo ya no daba para más, apenas si se notaba que respiraba; estaba temblando como una gelatina.

John estaba navegando en un mar de ilusiones, no podía distinguir entre lo irreal y lo real, escucho una voz que sonaba lejana, que le decía:

-Dime lo que sabes y todo esto acaba aquí y ahora-

Su instinto de supervivencia pudo más y empezó a decir todo lo que sabía, al sentir que ya no tenía ningún trapo en la boca. Su voz sonaba tan suave que Tom tuvo que agacharse para poder escucharlo.

-Si estuvo por aquí hace días…- comenzó diciendo.

-Preguntó por alguien… alguien que pudiera hacerle un trabajo…- prosigue, dijo Tom.

-Yo le sugerí que hable con Ojo Rojo… en ese momento estaba jugando cartas, y él fue para ahí…

-Eso es todo hombre,… ya déjame ir- suplicó, ya sin fuerzas y sangrando como un condenado a muerte.

-Está bien- contestó, limpiando su cuchilla con el polo de John.

-Te ayudaré a levantarte- dijo, cogiéndole por las costados, e hizo que se sentara en el wáter.

Se limpio algunas manchas de sangre que le habían salpicado arrojando el trapo al piso, caminó unos cuatro pasos, giro de repente y un certero disparo fue a dar en la frente de John.

-Salúdame a Satanás de mi parte- dijo, disponiéndose a abandonar el lugar, cuando su agudo oído pudo escuchar un leve gemido que venía del tercer baño personal. Sus cinco sentidos se pusieron alerta, mientras pensaba rápidamente que debía tratarse de una persona temerosa, pues todo ese tiempo se mantuvo escondida sin hacer completamente nada, se alivio un poco pues su experiencia en esas situaciones le decía que no había mucho de que preocuparse, sin titubear empujo la puerta, no haciendo falta el forzarla pues esta cedió al primer empujón.

-¡¡¡Carajo!!!- dijo Tom con enfado, pues pensaba encontrarse con un hombrecillo timorato falto de coraje y valentía, pero lo que estaba viendo no le estaba gustando nada. Cerró los ojos pensando rápidamente como afrontar esta nueva situación, pues contra cualquier rufián que encontrase sabía como salir bien habido de allí, pero con una mujer, aquello se salió del cuadro acostumbrado.

Casi todo lo sucedido anteriormente era más o menos como se lo había imaginado, era difícil encontrar a un tipo de esos que hable tan fácilmente, aunque le llevo un poco más de tiempo de lo pensado, pero al fin y al cabo tenía la información que quería, pero esto hacía que se sintiera en ascuas.

-¡Qué me parta un rayo!- volvió a decir.

Angie abrazaba sus piernas y unas lágrimas empezaban a salir, sentía como un sudor frío recorría su cuerpo mientras miraba a Tom con unos ojos suplicantes de que no le hiciera daño, aquel revolver la apuntaba a la frente y pensando que de un momento a otro dispararía, atino a decir con voz entrecortada:

-Lo siento,… lo siento, no fue mi intención,…- Y sin poder contenerse más, sollozante oculto su rostro entre sus piernas. Los estupefacientes y el alcohol se esfumaron velozmente, callar era una buena opción pues no tenía alguna otra a la mano que pudiese representar el salir con vida de allí. Se mantuvo silente y casi sin movimiento alguno, sólo moviendo sus manos para limpiarse las lágrimas de su rostro.

Tom miró su reloj dándose cuenta que ya había pasado demasiado tiempo allí, que el lugar se estaba convirtiéndo en su tumba, su instinto le indicaba que de un momento a otro alguien forzaría esa puerta.

Tres personas envueltas por una luz amarillenta de donde al menos una sobreviviría, y esa persona sentía un gran remordimiento en su ser al tener que asesinar a una mujer, no le importaba si era una ramera o alguien que venía de la clase más acomodada de la ciudad, si era humilde o altiva, eso le importaba un cuerno, nunca en su vida hirió a una, y pensó que tal vez esta sería la primera vez.

Salió de aquel pequeño recinto, caminó un par de pasos agachándose para recoger un periódico que estaba tirado al frente de la puerta del segundo baño personal, regreso donde se encontraba aquella mujercita que la volvió a mirar con un rostro de desesperación y unos ojos que imploraban por su vida. Angie se acomodó su ensortijado y largo cabello negro tirándolo hacia atrás, el maquillaje de sus ojos pardos se había corrido, aquel rostro alegre se había convertido en tarjeta de invitación a la muerte, dió un pequeño suspiro y con una voz suave y angustiosa intentó pedir algo, pero sólo logro decir un par de palabras, para después apagarse su voz.

-Por favor…-

Thomas abrió el periódico por el medio para después decir:

-Colócate como estabas…

Angie obedeció sin reclamo alguno, abrazo tan fuerte sus piernas que se podía ver como temblaban sus brazos, con su cabeza daba pequeños golpecitos a sus muslos, y de rato en rato se escuchaba el ruido del aire al entrar por sus fosas nasales que se encontraba con mucha mucosidad, su fin estaba próximo y en su mente se agolpaban multitud de ideas que la acosaban diciéndole; que si no hubiese sido por su maldito vicio no se encontrara en ese lugar, sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Tom le colocó el periódico encima, tapando con el la mitad de su cuerpo.

-Tú tal vez hubieses echo lo mismo, si tuvieras la oportunidad…- fue lo último que dijo Tom antes de que jalara el gatillo, esos instantes fueron largos para ella, aquel martillo del revolver de Tom se echaba hacia atrás lentamente para después descargar con furia contra la base de la bala que con una velocidad vertiginosa iría a dar contra su objetivo.

La decisión había sido tomada y ejecutada, sacó velozmente el silenciador y guardó su arma en un abrir y cerrar de ojos, se encendió un cigarrillo y salió de allí, mostrando una tez serena como si allí adentro no hubiese pasado nada; no camino ni un metro cuando se topó con un tipo que traía un barra de metal dispuesto a abrir aquella puerta, apresuró sus pasos pues no tendría mucho tiempo para salir vivo de allí, era cuestión de minutos para que eso se transformara en un barullo tremendo.

Mientras un tipo con cigarrillo en mano recorría a grandes pasos la sala del bar repleta de rufianes que contaban historias sanguinolentas, si no se apresuraba a salir de allí, lo más probable es que el pasaría a formar parte de esas historias; sin mirar siquiera por encima del hombro atravesó la puerta, sintió aquel frío inclemente penetrar en su huesos mientras cruzaba la calle, buscó presuroso las llaves de su auto y mientras abría la portezuela lanzó un vistazo por aquellas pequeñas ventanillas de la puerta del bar y las imágenes que vió no le gustaron mucho, estas indicaban que ya todo estaba al descubierto, el tipo con el que momentos antes intercambiaron miradas corría en dirección a él, trayendo consigo a una docena de patanas que querían ajustar cuentas a como de lugar.

-Hay momentos para todo…- se dijo, dándole una gran jalada a su cigarrillo para después lanzarlo hacia afuera.

-Y este es el momento de escapar-un chirriar de llantas se escuchó en la desierta calle y la velocidad con la que se alejaba de allí hizo que aquellos maleantes sólo encontrasen una estela verde oscura de un auto alejandose. Las amenazas de venganza, y las maldiciones e insultos hervían la sangre de todos los que conocían a Johnny.

Kaln Darky Marquina.

Un tributo a un gran amigo.

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