sábado, 7 de junio de 2008

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Me gusta la gente singular. Odio la vulgaridad, en todos los sentidos. Me gustan las personas que se ríen de sí mismas, las personas que viven todo lo que les pasa con honestidad. Me gusta la voz de quién sabes siempre te dice la verdad. Me gustan quienes aún no pierden su capacidad de sorpresa y a los que les gusta sorprender. También me gusta el plástico, pero para algunas carteras, correas y slaps, porque esas están obligadas por su fin y uso a ser superficiales. El corazón, por su condición y ubicación, está obligado a ser real, fuerte, profundo y consecuente con las demás partes del cuerpo y, utilizando una manoseada metáfora –pero me importa un pepino-, de nuestro interior.[...]

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