Situación bochornosa, pero, ¿quién no ha hecho el ridículo en su legítimo propósito de enamorar o retener a alguien? ¿Quién no ha protagonizado, siquiera una vez, un episodio sentimental entre cómico, patético y absurdo? Todos tenemos memorizada nuestra propia colección de huachaferías y torpezas. Todos sabemos muy internamente de qué bobadas conviene arrepentirse.
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