domingo, 17 de febrero de 2008

Eslabón perdido

Será inteligencia o supervivencia, pero la adaptación al entorno garantiza la perpetuidad del individuo como especie. Darwin convirtió tal afirmación en teoría evolutiva; los demás la ponemos en práctica cada día para procurarla de vigencia y actualidad. Escribía Thomas Edward Lawrence en Los siete pilares de la sabiduría que «Todos los hombres sueñan, pero no igualmente. Los que sueñan por la noche en los polvorientos rincones de sus mentes despiertan de día para encontrarse con que todo era vanidad; pero los soñadores del día son hombres peligrosos, porque pueden realizar sus sueños con los ojos abiertos, hacerlos posibles.»

Aunque haya excepciones que confirmen la regla, el triunfo y la idea de felicidad actual cimientan base en la capacidad personal como individuo y en la colectiva como masa para adaptar actitud, pensamiento y discurso en consonancia con los tiempos. Esa adaptación nos lleva a vestir la piel del camaleón por temor al rechazo. Y será por cansancio o por inercia, pero antes o después acabamos cortados casi todos por el mismo patrón. Pasa, en consecuencia, que bajo esa silueta estandarizada, soñar despierto se convierte en vía de escape, pérdida de tiempo u osadía. Sin embargo, es inevitable que de vez en cuando asome al exterior quien se creía capaz de retar las normas no escritas y las reglas más estrictas; las mismas que después le aprisionarían conforme y sumiso al darse al fin por vencido y alcanzar la edad adulta.

Y es que cuando nadie tras el umbral mira ni escucha, surge aquél que en algún momento se perdió entre la infancia y la adolescencia. Ése que un día soñaba con ser lo que quisiera a pesar de que el viento soplara con furia y a contracorriente; quien fuera capaz de vengar su honor o apostarlo todo a una sola carta: héroe ridículo o tierno villano que no precisaba de convencionalismos ni falsos atavíos para simplemente, y a pesar de todo, ser.

Sucede que si en vez de mirarnos con tanta frecuencia y nostalgia al ombligo ampliáramos el ángulo de visión, veríamos que sobreviven aún entre nosotros seres ajenos a esa selección natural. Son personas fuera de lo común: hombres y mujeres protagonistas de vidas distintas. Algunos son creadores o genios reconocidos; otros tan sólo marginados incomprendidos. En algún momento de su vida asumieron el riesgo de convertir su sueño en realidad. Cuando mueran serán ceniza y polvo al igual que todo mortal, pero quizás también leyenda. Puede que hasta rocen la inmortalidad por traspasar una generación tras otra gracias a sus pensamientos, acciones u omisiones valientes. Juntos, podrían ser mañana embrión y base teórica de una nueva especie que triunfe sobre las demás. Hoy son tan sólo eslabón perdido entre el quiso y no pudo ser que en mayoría rige y encadena a nuestra especie por adaptación y selección; ésa que es natural o, por evolución contranatura.

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