viernes, 16 de enero de 2009

Fragmento...

Debía quedar aún quince días en su ciudad natal, disfrutados en pleno sosiego de alma, sino de cuerpo. Y he aquí que desde el segundo día perdía toda su serenidad. Pero en cambio, ¡Qué encanto!

-¡Qué encanto! -se repetía pensando en aquel rayo de luz, flor y carne femenina que había llegado a él desde el carruaje. Se reconocía real y profundamente deslumbrado- y enamorado, desde luego.

¡Y si ella lo quisiera!... ¿Lo querría? Nébel, para dilucidarlo, confiaba mucho más que en el ramo de su pecho, en la precipitación aturdida con que la joven había buscado algo que darle. Evocaba claramente el brillo de sus ojos cuando lo vio llegar corriendo, la inquieta expectativa con que lo esperó -y en otro orden, la morbidez del joven pecho al tenderle el ramo.

Fragmento de Cuentos de amor, de locura y de muerte. Horacio Quiroga.

PD.: Me contentaría sólo con mirarte una vez más...
Te extraño...

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