viernes, 9 de mayo de 2025

Notes de bas de page

[1] No es materia de este ensayo analizar las razones que llevaron a tal superposición de lo étnico y lo clasista. Nos limitaremos a señalar que lo étnico no coincide necesariamente con lo racial. Así, un individuo definido racialmente como "mestizo" puede ser étnicamente percibido como "blanco" si es terrateniente, y otro como indio, si es campesino. Es claro pues que en la definición étnica, sin dejar de jugar un papel la adscripción racial, también intervienen definitoriamente elementos clasistas, fenómeno que tiende a hacerse más importante durante el presente siglo.

[2] Reiteramos esta doble filiación al designar a estos grupos sociales para remarcar el carácter objetivo de dicha superposición —clasista y étnica— en la realidad.

[3] MANRIQUE, Nelson: Campesinado y nación: las guerrillas indígenas en la guerra con Chile, Lima 1981.

[4] CACERES, Andrés: La guerra del 79: sus campañas (Memorias), Lima 1973, p. 66.

[5] La Honra Nacional, Año 1, Número 4, Huancayo, 24 de setiembre de 1881. El Manco Cápac No. 81 fue un batallón organizado por los notables huancaínos para combatir en Lima. Luis Milón Duarte, cabeza política de la familia Valladares (Duarte era esposo de Beatriz Valladares), los terratenientes más importantes de la sierra central, y personaje clave durante este periodo, se refería a las jornadas de enero de 1881 como "la ver dadera época de la resistencia", oponiéndola a aquella sostenida después por los indígenas guerrilleros, a la que no le reconocía ese status. DUARTE, Luis Milón: Exposición que dirige el Coronel Duarte a los hombres de bien. (Conrevelaciones importantísimas sobre la ocupación enemiga). (De 1879 a 1884), Cajamarca 1983, p. 7.

[6] Manuel González Prada exime de este cargo a los hombres que combatie ron en Miraflores. "Saquearon los emboscados, los que no salieron a combatir". GONZALEZ PRADA, Manuel: Impresiones de un reservista, Lima 1976, p. 221.

[7] MANRIQUE, Nelson: Campesinado y nación: las guerrillas indígenas en la guerra con Chile, Lima 1981, p. 219.

[8] Duarte acusó a Piérola de nepotismo y de no organizar adecuadamente la defensa de Lima. He aquí el texto que publicó en un periódico limeño antes de abandonar la capital: "Voy a mi retiro a llorar los males que nos sobrevendrán. ¡Desventurados autores de estas calamidades el día de la justicia! Pero hasta entonces ¡Pobre patria mía!" DUARTE: Op. cit., p. 7.

[9] En estas expediciones de depredación las fuerzas chilenas contaron con el apoyo de algunos extranjeros residentes en la región. Luis Milón Duarte destaca el papel jugado por el francés Eugenio de Rurange. Este inmigran te tenía múltiples relaciones con la élite dominante regional, que puso al servicio de Letelier, actuando de informante. "El cicerón Rurange hizo su agosto en tal grado que solamente de lo que daba publicidad se puede juzgar por sus propias palabras: En oro tengo doscientos mil fuertes y no he concluido aun de refogar (aquilatar) mis barras". DUARTE: Op. cit., pp. 17-20.

[10] MANRIQUE, Nelson: Mercado interno y región. La sierra central 1820-1830, Lima 1987, pp. 61-91.

[11] Durante este periodo se sucedieron en el poder los gobiernos de Nicolás de Piérola (diciembre de 1880 a noviembre de 1881), finalmente desconocido por las fuerzas militares bajo su comando y obligado a renunciar en favor de Francisco García Calderón (febrero a noviembre de 1881). Es te último fue enviado prisionero a Chile por las fuerzas de ocupación —que habían auspiciado la emergencia de su régimen— cuando se supo que estaba decidido a rechazar la demanda de cesión territorial del ejército invasor, confiado en el apoyo norteamericano. A García Calderón lo sucedió en el comando del gobierno peruano el contralmirante Lizardo Monte ro (noviembre de 1881 a octubre de 1883), de quien dijo García Calderón algunos años después que no hizo nada por continuar la guerra o por concertar la paz y que se limitó a evitar cuidadosamente asumir cualquier decisión que pudiera comprometerlo. Analizamos ampliamente la actuación de Montero en el capítulo tercero. Finalmente, Iglesias desconoció a Monte ro en agosto de 1882 y fue nombrado "Presidente Regenerador del Perú" en un congreso que convocó en Cajamarca, en diciembre de 1882.

[12] DUARTE: Op. cit., p. 44.

[13] Idem, p. 48.

[14] En la polémica también parti cipó Heraclio Bonilla, sosteniendo posiciones similares a las del Dr. Favre. Volvemos sobre sus planteamientos más adelante.

[15] FAVRE, Henri: "Remarques sur la lutte des classes au Pérou pendant la guerre du Pacifique", Grenoble 1975, p. 62.

[16] Según Favre, los mistis (o petits blancs) constituyen un grupo social étnicamente ubicado entre los blancos y los indios, que durante el inicio de las movilizaciones indígenas habrían usufructuado el comando de las fuer zas guerrilleras. Idem.

[17] Idem, p. 64.

[18] MANRIQUE, Nelson: Op. cit., pp. 266-272.

[19] Heraclio Bonilla, con quien tengo radicales discrepancias sobre el tema, comete en un texto reciente un error cuando, para explicar la subordinación voluntaria de los indígenas-campesinos de la sierra central a un comando de blancos-terratenientes —Cáceres y su oficialidad— (la cual deja mal parada su tesis de que existió una guerra étnica de los indígenas contra los blancos en su conjunto, siendo indiferente que éstos fueran chile nos o peruanos) afirma que esto fue posible porque los eventos bélicos "no comprometieron los mecanismos a disposición de la clase propietaria para asegurarle la lealtad y disciplina de sus campesinos que les estaban subordinados de manera directa e indirecta" (BONILLA, Heraclio: "El campesinado indígena y el Perú en el contexto de la guerra con Chile", Lima 1984, p. 140). Bonilla comete un triple error: 1) supone que el grueso de los terratenientes estaban por continuar la guerra, lo cual es desmentido por múltiples evidencias; 2) ignora que los mecanismos a través de los cuales los terratenientes podían ejercer su dominación sobre el campesina do indígena estaban efectivamente destruidos; y 3) cree que es esto último lo que explica por qué el campesinado indígena se movilizó contra el ejército invasor cuando sucede exactamente lo contrario: el campesinado indígena no hubiera podido movilizarse si los mecanismos de dominación al servicio de los terratenientes no hubieran sido destruidos. Recuérdese que la clase dominante estaba por firmar la paz y cesar de inmediato la resistencia. La refutación de las principales posiciones de Bonilla y un resumen de la polémica que hemos sostenido se encuentra en mi artículo "Campesinado, guerra y conciencia nacional", Cusco 1986, pp. 161-172.

[20] DUARTE: Op. cit., p. 52.

[21] Idem, p. 50-52

[22] MUÑOZ, C. M.: Historia del patriotismo, valor y heroísmo de la nación peruana en la guerra con Chile, Arequipa 1908-1909.

[23] Carta de Cáceres a Lizardo Montero. Τarma, 23 de diciembre de 1882. Esta orden era extemporánea, puesto que Duarte se había puesto a salvo con su familia en Lima, bajo la protección del ejército chileno. Al año siguiente Duarte sirvió como guía al ejército chileno en la persecución de Cáceres y el Ejército del Centro durante la campaña que culminó con la derrota de las fuerzas peruanas en Huamachuco. (MANRIQUE: Op. cit., pp. 279-298).

[24] CACERES: Op. cit., p. 231. Entre los asesinados estuvo el coronel Leon cio Prado, combatiente por la libertad de Cuba desde los quince años, jefe guerrillero después en la guerra con Chile, quien murió tan heroicamente como había vivido.

[25] (25) DUARTE: Op. cit., p. 15.

[26] MIRO QUESADA, Aurelio: "El Comercio en la guerra del Pacífico", Lima 1979-1980, p. 169. Cáceres sostuvo una posición similar, con un juicio mucho más duro sobre el papel de la clase dominante peruana (compuesta, según escribió, por "comerciantes enriquecidos con la fortuna pública" y "empleados civiles y militares, sin talento y sin carácter, encumbrados por su propia miseria a la sombra de las revoluciones injustificables que han desmoralizado la república"), en una carta enviada a los guerrilleros de Acostambo desde su cuartel general de Ayacucho el 29 de noviembre de 1883, en la que les agradecía su ofrecimiento de ponerse a su disposición para continuar la lucha contra los invasores: "las grandes virtudes, que no existían en las clases directoras de la sociedad, reaparecen con más prestigio y esplendor que nunca en el corazón generoso de los pueblos; de esos mismos pueblos a los que se titulaba de masas inconscientes y a los que se menospreciaba, haciendo gravitar sobre ellos en la época de la paz los horrores del pauperismo y la ignorancia, y en la guerra los sacrificios y la sangre". MANRIQUE: Op. cit., pp. 343-344.

[27] MANRIQUE: Idem.

[28] ARGUEDAS, José María: "Evolución de las comunidades campesinas. El valle del Mantaro y la ciudad de Huancayo: un caso de fusión de culturas no comprometidas por la acción de las instituciones de origen colonial", México 1977.

[29] Este doble matiz ha sido admirablemente recogido por Arguedas en su no vela Todas las sangres. Bruno Aragón de Peralta, un terrateniente serrano feudalizante, se ve obligado a entregar los quinientos indios de su hacienda a su hermano Fermín, para que trabajen en la mina que este último, que representa a las fuerzas de la modernidad, está decidido a sacar adelante. El temor que obsesiona a Bruno es que la mina puede provocar la perdición del alma de sus colonos, de cuya salvación se cree responsable: "Estoy seguro que toda esta modernidad es obra del Anticristo, contra Dios, nuestro Señor (...) Mis mandones y cabecillas llevan orden de que este trabajo se convierta en una demostración de lo que valen colonos cuyas almas dependen de la mía, que sufre y respeta a Dios (...) ¡No deben ser ricos jamás! ¡No deben aprender la ambición que los convierta en cernícalos, furiosos por sacarse los ojos, unos a otros! ¡Nada de ambición! ¡La humildad y la obediencia de Jesús! ¡Su pureza! Yo me pudro por ellos, en mi se concentra el pecado. Yo respondo por ellos, Matilde, y arrasaré con todo. ¡Yo mismo!". ARGUEDAS, José María: Todas las sangres, Lima 1983, p. 114.

[30] FLORES GALINDO, Alberto: Arequipa y el sur andino, pp. 56-57. Para una sistematización de lo que representa el gamonalismo véase FLORES GALINDO, Alberto y Manuel BURGA: Apogeo y crisis de la República Aristocrática, Lima 1982.

[31] AMH: Libro de Sesiones Ordinarias de la Municipalidad Provincial de Huancayo 1878-1883 (en adelante SOMH), ff. 98-99.

[32] Idem, p. 99.

[33] Idem, f. 147.

[34] Idem, f. 220.

[35] Idem, Huancayo 2 de enero de 1882, f. 223.

[36] Idem, ff. 233, 246. En Pucará, a cuyos habitantes así castigaba el Concejo Municipal de Huancayo, se dieron dos batallas decisivas contra el ejército chileno en los meses anteriores a este incidente, la última de ellas apenas tres semanas antes.

[37] Idem, ff. 246-247, 314.

[38] SOMH 1878-1883: ff. 231-232; SOMH 1883-1887: ff. ff. 101-102, 157, 163, 321, 345, etc.

[39] SOMH 1883-1887, 26 de enero de 1885, f. 134.

[40] Idem, f. 346.

[41] Ibidem.

[42] MANRIQUE: Mercado interno y región..., Lima 1987, p. 178.

[43] Idem, ff. 408-409.

[44] Esto no quiere decir que en la sierra sur no hubiera campañas contra las festividades tradicionales. Pero éstas no eran, por lo general, dirigidas por los terratenientes. Estas fueron impulsadas muchas veces por las autoridades locales instigadas por los sacerdotes, empeñados en desarraigar prácticas que consideraban idólatras, pero esta represión no tuvo el carácter sistemático, general y laico que asumió en la sierra central. Veamos dos ejemplos. Sobre el valle del Colca (Arequipa), he consignado amplia información sobre la persecución del baile de los lanlacos en 1884 por el vicario de Caylloma (MANRIQUE, Nelson: Colonialismo y pobreza campesina..., Lima 1984, p. 183). En el Cuzco, el párroco de Belén solicitó el 31 de diciembre de 1888 al Obispo de la diócesis que interpusiera una solicitud ante el Prefecto del departamento para que "por respeto a la Religión y sus más Sacrosantos Misterios, y en nombre de la Civilización se digne U.S. en la parte que le respecta a ese Despacho (sic), ordene la completa desaparición de la ceremonia bárbara y ridicula de la Adoración de los Reyes en el templo de Belén de esta ciudad (...) ceremonia que degrada las costumbres puras y sanas del cristianismo, inculcando a la vez en la masa del pueblo lecciones de inmoralidad" (ADC: Concejo Municipal del Cusco, Legajo 53, 1888). Más adelante, entrado el siglo xx, se rían los sectores mestizos modernizantes lo que asumirían la lucha contra las festividades religiosas indígenas. Recuérdese la lucha de los jóvenes universitarios por suprimir la corrida de toros en la novela de Arguedas Yawar Fiesta.

[45] Esta es la explicación última del porqué el ejército chileno prolongó la ocupación del Perú hasta agosto de 1884 pese a que el Tratado de Ancón, que consagraba la cesión territorial que era el objetivo del alto mando chileno, se había firmado casi un año antes, en octubre de 1883. Patricio Lynch, el jefe de las fuerzas de ocupación, no tuvo el menor empacho en informar a la prensa extranjera que la permanencia de sus tropas respondía a un pedido de Miguel de Iglesias, que pagaba su mantenimiento, porque necesitaba su protección frente a las huestes de Cáceres.

https://books.openedition.org/ifea/1819

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