martes, 3 de septiembre de 2024

El orden natural de las cosas

Como caen los árboles yo caigo y cayendo caigo como las hojas y las sombras caen despacio y leves y los oigo llorar y hablar conmigo y no puedo responder mientras caigo porque si respondiese qué diría sino que me abato como se abatieron otrora mi padre mi madre mi marido de repente callados e inmóviles y así de blancos como la luz en esta casa tan blanca sobre los muebles blancos los espejos devuelven el silencio y sus lágrimas y mañana subirán conmigo allí arriba y sin más palabras que las del cura volverán mi rostro hacia el sol.


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No lo tomes a mal porque te quiero de tiempo en tiempo, Iolanda, sobre todo en invierno y antes del mes de vacaciones en el que bostezo por la casa, sin nada que hacer, mientras vas a las playas de Caparica con las amigas del Liceo, y regresas al atardecer, roja de sol, con un cesto de paja lleno de cremas, de toallas y de guijarros marinos, de tiempo en tiempo, cuando me siento más cansado, más tenso, más falto de fuerza y de energía, cuando el dinero de mi sueldo no llega para los gastos de la casa y meto pagarés en la ventanilla de contabilidad, se me ocurre pensar en hacer las maletas y desaparecer, sin que nadie lo note, de la Quinta do Jacinto, para recomenzar la vida (cómo esta expresión, recomenzar la vida, se torna extraña a los cincuenta años, ¿no?) en otro punto de la ciudad, lejos del río, lejos de los trenes, lejos de su aspereza desabrida, lejos de la boca de fastidio de tu padre, lejos de los reproches y de la ausencia de ternura que me oprimen y desolan, recomenzar la vida en Campo de Ourique, en Campolide, en Alvalade, en Portela, arrastrándome por cafés que no conozco, cenando en cervecerías de las que no sé el menú, respondiendo a los anuncios de matrimonio del periódico y encontrándome, como un clavel en la mano, con señoras tan solitarias como yo, a fin de unir nuestro desconsuelo.


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Mi edad y mis patas de gallo se interponen entre nosotros como un muro que te impide estimarme, separados por años de experiencias y gustos que no compartimos, que no podremos compartir.



António Lobo Antunes.
El orden natural de las cosas.

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